Bueno, pues después de un año de referencias a la vida y obra de Charles Darwin, hoy ha llegado el momento de despedirnos de este personaje que logró exponer una teoría evolutiva la cual sigue totalmente vigente 150 años después en el colectivo científico.
Ya hemos estado presentando a lo largo de todo el año múltiples evidencias de la importancia del trabajo de Darwin y algunas de las personas con las que se relacionó.
En lo que quizás no hemos hemos hecho suficiente hincapié es en el aspecto revolucionario que tuvo. La teoría de la Evolución por selección natural supuso un cambio radical en la sociedad de mediados del siglo XIX. Su libro sobre "El Origen de las Especies" y las secuelas que le siguieron ("El Origen del Hombre" y "La Expresión de las Emociones...") constituyeron las primeras aportaciones científicas que indirectamente atacaban al estamento religioso y a la idea omnipresente hasta ese momento de que la acción divina estaba detrás de todos los aspectos de la naturaleza y la vida.
Si el siglo XVIII había supuesto una edad de oro del descubrimiento de nuestro planeta, con la Ilustración como fuerza motora, tan sólo había generado un incremento en la descripción de la diversidad natural del mismo. Fue el siglo XIX, con su multitud de movimientos revolucionarios, el que generó un nuevo ímpetu en la búsqueda de explicaciones para toda esa biodiversidad, la cual culminó con la obra de Darwin (y Wallace). Y a partir de ese momento, la Ciencia en general se deshizo de sus ataduras religiosas y supuso el gran despegue de la sociedad occidental para enfrentarse a los grandes retos del siglo XX, muchos de los cuales fueron incluso producto del nuevo desarrollo tecnológico.
Fin de campaña Somosaguas 2024... ¡Gracias por todo!
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