Mostrando entradas con la etiqueta anti-creacionismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta anti-creacionismo. Mostrar todas las entradas

lunes, 2 de febrero de 2009

El ejemplo y las lecciones de Darwin

Desde "Tierra de Dinosaurios" nos informan que José Manuel Sánchez Ron, miembro de la Real Academia Española y catedrático de Historia de la Ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid, publicó ayer en El País un artículo de opinión sobre el legado de Darwin y la lucha que se arrecia frente a las ideas creacionistas, 150 años después de la publicación del "Origen de las Especies". Dado que encaja perfectamente con nuestro programa de celebración del Año de Darwin que nos hemos impuesto para el 2009, aquí tenéis la transcripción completa de dicho artículo:

El ejemplo y las lecciones de Darwin

Cuando se cumplen 200 años del nacimiento del científico y 150 de la publicación de 'El origen de las especies', el creacionismo sigue dando batalla en numerosos países ilustrados de Occidente, incluida España.

Hace 200 años, el 12 de febrero de 1809, nació Charles Darwin. Podemos debatir si los trabajos y teorías -y a la cabeza de éstas, la del origen de las especies mediante selección natural- de Darwin son más o menos importantes que el sistema geométrico que sistematizó Euclides, que la dinámica y teoría gravitacional de Newton, que la química que creó Lavoisier, que la relatividad de Einstein, que la física cuántica o que la teoría biológico-molecular de la herencia, pero lo que es difícil negar es que ninguna de esas contribuciones logró lo que consiguieron las de Darwin, que desencadenaron una serie de procesos que afectaron a algo tan básico como nuestras ideas acerca de la relación que nos liga con otras formas de vida animal que existen o han existido en la Tierra. En este sentido, abordó cuestiones que van dirigidas a la médula de la condición humana.

Expresado muy brevemente, Darwin sustanció con muy variadas evidencias la idea (que otros antes que él habían propuesto) de que las especies evolucionan, encontrando además un mecanismo que hacía plausible tal evolución; defendió que la vida es como un árbol, de cuyas raíces han ido brotando diferentes ramas, esto es, especies que con el paso del tiempo continúan diversificándose, dando origen a otras bajo la presión de determinados condicionamientos. Después de esforzarse por encajar en una gran síntesis las piezas (zoología, botánica, taxonomía, anatomía comparada, geol
ogía, paleontología, cría domestica de especies, biogeografía...) del gigantesco rompecabezas que es la naturaleza, y estimulado por la noticia de que Alfred Wallace había llegado a conclusiones similares, aunque no tan sustanciadas, en noviembre de 1859 -pronto hará, por consiguiente, 150 años- publicó un libro que forma parte del tesoro más precioso de que dispone la humanidad: El origen de las especies. Doce años más tarde, en otro gran libro (El origen del hombre), aplicó a los humanos las lecciones del primero, despojándonos del lugar privilegiado en la naturaleza que hasta entonces nos habíamos adjudicado.

A lo largo del siglo y medio que nos separa de la publicación de El origen de las especies, la esencia de su contenido no ha hecho sino recibir confirmación tras confirmación. Puede que aún resten cuestiones por dilucidar, pero el evolucionismo darwiniano nos suministra un marco conceptual y explicativo imprescindible para comprender el mundo natural de manera racional, sin recurrir a mitos.

A la vista de todo lo dicho, podría pensarse que la única
actualidad de Darwin y de su obra es la de honrar su memoria utilizando la excusa de los dos mencionados aniversarios. Ojalá fuese así. La evolución entendida a la manera de Darwin es un hecho científico, contrastado de manera abrumadora, y su relevancia para situarnos en el mundo es obvia, pero no es universalmente aceptada. En Estados Unidos solamente la acepta el 40% de la población. En Europa su aceptación es mayor, especialmente entre los franceses y los escandinavos (creen en ella aproximadamente el 80%), aunque no deja de tener problemas: en una encuesta realizada en Reino Unido por la BBC en 2006, el 48% la aceptaba, mientras que el 39% optaba por alguna forma de creacionismo, y un 13% "no sabía".


La historia de la oposición de los creacionistas a Darwin ha sido comentada en numerosas ocasiones y no pretendo volver a este asunto, que, sin embargo, continúa vigente, aunque ahora sea recurriendo sobre todo a una nueva terminología: el diseño inteligente, la idea de que un Dios debió de diseñar cada una de las especies que existen. Me interesa más hacer hincapié en el hecho de que una teoría científica contrastada y de enorme relevancia social sea rechazada o muy pobremente comprendida. En mi opinión, una explicación posible del tal rechazo reside en el desconocimiento.

Debatimos insistentemente -ahora estoy pensando en España- acerca de los programas educativos para nuestros jóvenes; por ejemplo, si es aceptable o no imponer asignaturas como Educación para la Ciudadanía, ante la cual algunos argumentan que limita la libertad de los padres a ejercer sus derechos en la formación (moral y religiosa) de sus hijos. Y, mientras tanto, la enseñanza de ciencias sufre cada vez de más carencias.


No parece preocuparnos demasiado, por ejemplo, si se enseñan adecuadamente sistemas científicos tan básicos como la teoría de la evolución de las especies. El pasado noviembre, se publicó un libro en el que se adjudicaba a la Reina, doña Sofía, la siguiente manifestación: "Se ha de enseñar religión en los colegios, al menos hasta cierta edad: los niños necesitan una explicación del origen del mundo y de la vida".


Podrá resultar doloroso a algunos, pero la única explicación que da lugar a comprobaciones contrastables sobre el origen del mundo y de la vida procede de la física, de la química, de la geología y de la biología. La religión pertenece a otro ámbito.


¿Es legítimo ocultar a los niños ese mundo científico, condicionando así sus opiniones futuras, en aras a algo así como "mantener su inocencia", o por las ideologías de sus padres? Haciendo públicas sus opiniones en una cuestión cuya importancia no puede ignorar, y por la elevada posición que ocupa, doña Sofía hizo publicidad de una determinada forma de entender el mundo, que jamás ha recibido comprobaciones contrastables.

Una forma, además, que, al menos en España, de la mano de la jerarquía católica, pretende intervenir en apartados que pertenecen al poder legislativo, como son los programas educativos o lo que es admisible o no en los tratamientos médicos (no puedo olvidar en este punto las manifestaciones de la Conferencia Episcopal Española a raíz del nacimiento, en octubre de 2008, de un niño tratado genéticamente para curar a un hermano que sufría anemia congénita: "El nacimiento de una persona humana ha venido acompañado de la destrucción de sus propios hermanos a los que se ha privado del derecho a la vida"; palabras no sólo cuestionables desde el punto de vista de la ciencia sino también, en mi opinión, carentes de compasión ante el sufrimiento ajeno).


Necesitamos educar en la ciencia a nuestros jóvenes; no, naturalmente, para que entiendan que ella es el juez supremo para las opciones que quiere asumir una sociedad democrática. La ciencia es, simplemente, un instrumento -el mejor- que los humanos hemos inventado para librarnos de mitos, orientarnos ante el futuro y protegernos de una naturaleza que no nos favorece especialmente. Sucede, no obstante, que no se ha instalado de manera tan segura en nuestras sociedades como se podría pensar, siendo contemplada frecuentemente con sospecha. Si como muestra sirve un botón, he aquí la siguiente cita (Juan Manuel de Prada, XL Semanal, 5-11/X/2008): "La ciencia parece dispuesta a demostrar esto y lo otro; y mañana podrá sin empacho alguno desdecirse y demostrar que lo opuesto a lo contrario es lo cierto, en un tirabuzón enloquecido y sin fin. Y todo ello bajo un manto de inapelable respetabilidad". Por supuesto que existen científicos envanecidos, incluso tramposos, y también que se cometen errores, pero no olvidemos que en última instancia la ciencia no es sino capacidad de identificar y remediar equivocaciones, de buscar sistemas con capacidad predictiva.

Recordar y celebrar a Darwin es más que un acto festivo; constituye un homenaje a la ambición y el rigor intelectual, al poder de nuestra mente para comprender el mundo. Y también es un ejemplo de que la investigación científica no tiene por qué ser ajena a atributos humanos como son el amor a la familia, la decencia, la discreción o el ansia de justicia. La biografía de Charles Darwin -un hombre que llevó a cabo un largo y complejo camino, que le llevó a consecuencias que no había previsto y que le obligaron a desprenderse, en un doloroso proceso, de las creencias religiosas en que había sido educado- está repleta de todo esto.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Ciencia, Filosofía y Religión: Evolución vs. Creacionismo

Esta semana tuve uno de esos encuentros que siempre tememos por diversos motivos. Una pareja de "creacionistas"... Evidentemente, ellas no se definen a sí mismas de esta manera (son creyentes -en la Biblia- y ya está), pero así nos entendemos todos. ¿Y por qué digo que temo estos encuentros? Pues en mi caso es por dos motivos.

Primero, siempre puedes mantener la esperanza de que España es un país avanzado donde esta creencia nunca será tan grande como para poder llegar a encontrarte casualmente con alguno de sus correligionarios. Pero cuando te los encuentras esa esperanza se cae al suelo y se rompe en añicos. Con respecto a esto, me viene al pelo una entrada que han puesto recientemente en Lusodinos ilustrando esta cuestión y volviendome a traer a la memoria ese trabajo que había visto hacía unos años:

Miller, J.D., Scott, E.C. & Okamoto, S. 2006. Public Acceptance of Evolution. Science, 313: 765 - 766.

En este trabajo se publicó el siguente gráfico que indica el porcentaje de la población de diferentes países que considera que es cierta (azul) o falsa (rojo) la "Teoría de la Evolución".


Richard Dawkins hizo un comentario sobre este trabajo (donde además se pueden bajar en formato PDF los dos documentos que constituyen el estudio: 1 y 2). Pero aquí me centraré en la parte que me interesa ahora. En España se puede decir que un 70-75 % de la población acepta sin problemas la Evolución... Bien, ¿no? ¡Pero es que más del 15 % afirma que la considera falsa!

Todavía estamos lejos de los asombrosos porcentajes de Estados Unidos, pero ¿deberíamos preocuparnos? Porque si nos tenemos que preocupar es donde entra mi segundo problema con estos encuentros. Si consideramos que esto es preocupante, tendremos que ponerle remedio y la única manera es tratando de rebatir uno por uno los argumentos de los creacionistas. Y a mi se me dan fatal las luchas de oratoria...

La cosa empezó con el hecho de que a través de unas pocas preguntas sin importancia me identificaron como "uno de los de Darwin". Y se quedaron encantadas de poder localizar a uno de nosotros para que les explicase la Teoría de la Evolución (¡Como si no estuviera bien explicada en los libros!). Pues nada, ahí me veo yo realizando una somera explicación sobre la selección natural, tratando de evitar los argumentos direccionistas, etc... Nada de complejidades (que si no se creen esto, ¿para qué nos vamos a meter con las discusiones entre macroevolución y microevolución?). Y cuando pasa un ratillo, me suelta Miriam (que así se llama una de mis creacionistas -me temo que me las encontraré a menudo pues me han fichado el horario y la parada de autobús-) que ella ha leído que "Darwin se retractó de su teoría en el lecho de muerte". Te sueltan una cosa así (que sabes perfectamente que es falsa) y te quedas como pensando "Ahora qué le digo yo a esta buena mujer" (porque hay que reconocer que es una señora agradable). Y mientras estoy intentando explicarle que eso es una invención de la gente que no cree en la Evolución (osea sus "seguidores de la Biblia"), me habla de lo difícil que es que se forme una estructura como los ojos. Y resulta que este es uno de los argumentos que, como nos cuentan desde microsiervos, suelen utilizar. Transcribo aquí directamente porqué está muy bien explicado:

<<...una cita del propio Darwin que los creacionistas usan para intentar demostrar que él mismo no creía en la teoría de la evolución que proponía:

"Suponer que el ojo, con todos sus inimitables artificios para ajustar el foco a distintas distancias, para admitir distintas cantidades de luz y para la corrección de la aberración esférica y cromática pudo haberse formado por la selección natural parece, lo confieso libremente, absurdo de todo punto."


Claro que nuestros amigos no suelen mencionar el párrafo que sigue a este:


"Y sin embargo la razón me dice que, si puede mostrarse que existen numerosas gradaciones desde un ojo perfecto y complejo a uno muy imperfecto y muy simple, siendo cada grado útil para su po
seedor, si además el ojo varía ligeramente, y las variaciones son heredadas, lo cual ocurre ciertamente, y si alguna variación o modificación en el órgano ha de ser útil para un animal bajo condiciones cambiantes de la vida, entonces, la dificultad para creer que un ojo perfecto y complejo pueda haber sido formado por selección natural apenas puede considerarse real." >>


En fín, que ahí me veo teniendo que rebatir ideas de lo más alejadas de las mías propias cuando menos me lo esperaba. Y encima yo soy de los que piensa que no habría ni que discutir estas cuestiones porque no tienen nada que ver... aparte del hecho de que esta discusión ya tuvo lugar hace más de un siglo y el resultado quedó bastane claro. Investigando un poco, he descubierto que son muchos los que piensan que Ciencia y Religión son dos ámbitos que no deberían discutir entre sí porque sus intereses son totalmente divergentes y no tendrían porqué entrar en colisión, lo que se conoce como "discordismo" (ver un interesante comentario sobre el eterno debate entre ciencia y religión).

Sin embargo, a pesar de todo la batalla ha sido iniciada al otro lado del Atlántico y parece que quiere llegar a nuestro lado. El problema, como siempre, es una cuestión de lucha por el poder. Pues bueno, una de mis fuentes de lectura actuales ("Juliano el Apóstata" de Gore Vidal) me ha hecho empezar a darle vueltas a esta situación, y estuve pensando en cómo había evolucionado la forma de entender el mundo a lo largo de la Historia. Desde unos orígenes en los cuales el pensamiento humano estuvo dominado por las crencias religiosas se llegó a la Filosofía, hace más de dos mil años, que trataba de buscarle los engranajes al mundo por medio de la lógica y la discusión de las alternativas. Finalmente, el desarrollo de la Ciencia puso toda esa lógica a prueba mediante la contrastación de hipótesis derivadas del método hipotético-deductivo. Me parece llamativo que la Religión (por lo menos el cristianismo) ya mantuvo una fuerte batalla con la Filosofía allá por tiempos del Imperio Romano (utilizando los métodos de discusión filosófica) y que ahora estemos volviendo a ver un resurgir de esta combatividad de la Religión, en este caso frente a la Ciencia (tratando de utilizar los argumentos científicos -aunque muy desvirtuados, como ocurría con los filósofos religiosos que, según criticaban sus contrincantes paganos, tendían a ser poco lógicos-). El resultado de la batalla entre la visión cristiana y la visión filosófica del mundo a finales de la época clásica fue rotundo... esperemos que no se repita en la actualidad con la visión científica...

viernes, 11 de julio de 2008

Y la evolución llegó...


No podía evitar poner esta viñeta. Lo dice todo...

Tanta disertación y la respuesta era tan sencilla.



Procedencia: The Scientific Cartoonist (derechos).