En principio, nada: los geólogos estudian las rocas, los minerales y los fósiles (terrestres); los paleobiólogos estudian los fósiles terrestres y los organismos y ecosistemas vivientes que se relacionan con ellos; y los científicos del espacio estudian los cuerpos celestes alejados de la Tierra.
Pero existen algunos puntos de intersección. Por ejemplo, los geólogos y los científicos del espacio se interesan conjuntamente por estudiar los cuerpos celestes que caen a la tierra (los fascinantes meteoritos), y algunos (pocos) paleontólogos han apoyado teorías desarrolladas por algunos geólogos y astrofísicos, que relacionan la ocurrencia de grandes impactos meteoríticos con las extinciones masivas de la vida en la tierra. Incluso algunos paleontólogos (aún menos) sugieren que hay cierta periodicidad de los episodios de extinciones importantes, que podrían estar causadas por fenómenos astronómicos. La hipótesis de Némesis, una supuesta estrella doble del sol que podría desestabilizar periódicamente a la tierra (aunque en periodos muy largos, de más de 25 millones de años), fue tomada muy en serio a finales de los 80 aunque después se ha dejado de lado, como tantas otras ideas sugestivas que no se han podido confirmar.
Hay más puntos de intersección entre estos campos: geoquímicos que investigan moléculas comunes que aparecen en la Tierra y en el espacio; paleontólogos que rastrean posibles fósiles en meteoritos; cristalógrafos que envían al espacio experimentos de formación de biominerales; geólogos planetarios que calculan si puede haber agua en lejanos cuerpos del sistema solar... Y a algunos les guía la hipótesis de la panspermia: nosotros y todos los seres vivos de la Tierra bien pudiéramos ser extraterrestres, descendientes de organismos venidos del espacio junto a una lluvia de meteoritos.
Y la fascinación de unos investigadores por el trabajo de los otros es mutua; podéis leer aquí cómo los recientes descubridores de lejanísimos cúmulos de galaxias comparan su hallazgo con el descubrimiento de un fósil de un dinosaurio emblemático.
En este año internacional de la Astronomía 2009 y cuando aún no se han acabado los ecos del año del Planeta Tierra 2008, podemos encontrar más puntos en común entre los interesados en la Tierra y el Espacio. Desde mi trabajo como paleontóloga, mi primer contacto con los científicos espaciales fue en Lleida en 1998, a raíz de unas jornadas de la Fundación Joan Oró que se llamaron "Jornadas de la Tierra, el Cosmos y el Medio Ambiente". En aquel momento acababan de encontrarse los primeros planetas extrasolares, y Joan Oró nos presentó fascinado a Butler, uno de los descubridores pioneros. Estaban también Drake (del proyecto SETI), Owen de Haway y muchos otros, que nos ilustraron con magníficas conferencias.
En este año internacional de la Astronomía 2009 y cuando aún no se han acabado los ecos del año del Planeta Tierra 2008, podemos encontrar más puntos en común entre los interesados en la Tierra y el Espacio. Desde mi trabajo como paleontóloga, mi primer contacto con los científicos espaciales fue en Lleida en 1998, a raíz de unas jornadas de la Fundación Joan Oró que se llamaron "Jornadas de la Tierra, el Cosmos y el Medio Ambiente". En aquel momento acababan de encontrarse los primeros planetas extrasolares, y Joan Oró nos presentó fascinado a Butler, uno de los descubridores pioneros. Estaban también Drake (del proyecto SETI), Owen de Haway y muchos otros, que nos ilustraron con magníficas conferencias.
A mí particularmente me interesó el hecho de descubrir que la astrofísica es la única rama evolutiva de la Física, ciencia generalmente a-histórica. Todavía recuerdo la cara de asombro de Toby Owen cuando desde lo alto del Montsec le expliqué que los geólogos podían afirmar que todo cuanto es sólido en la Tierra fue anteriormente líquido... Y él puede que recuerde la mía cuando me informó de que no existen fuerzas físicas conocidas que expliquen la adherencia y cohesión entre las partículas del cosmos que nos permiten tener planetas rocosos, y no sólo nubes de gas y polvo.
Aquel encuentro fue el arranque del actual Observatorio Astronómico del Montsec en Catalunya y del Centro de Observación del Universo, situados entre Ager y Tremp en uno de los más bellos parajes de los pre-Pirineos de Lleida. Más y más público podrá así interesarse por la naturaleza en todas sus dimensiones terrenas y cósmicas, pues ambos campos del conocimiento, el de la Tierra y el del Espacio, están abiertos a todos los aficionados que se interesen. Y han sido a menudo aficionados los que han realizado grandes descubrimientos en estas ciencias.
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